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Liderazgo en la teoría, en la ética y en la mujer

Fecha 21/12/2004  | Fuente: http://www.portalformativo.comFuente de la noticia  | Autor: Tatiana Gayán JiménezContactar con el autor
Liderazgo en la teoría, en la ética y en la mujer (21/12/2004) Por Tatiana Gayán, investigadora en Liderazgo Profesional por la Universidad Pontificia de Comillas y alumna de Instituto de Directivos de Empresa IDE-CESEM

El propósito de una organización es permitir que hombres comunes hagan cosas poco comunes, palabras de Drucker. Sin embargo, no todas las organizaciones lo consiguen. Lograr este propósito depende, en cierta medida, de la existencia de un líder en su puesto de dirección, el cual propicia que los miembros de la organización sean más eficientes de lo que lo eran antes de su llegada.

¿Qué entendemos por liderazgo?

Líder/liderazgo es un tema en alza en los últimos tiempos en el mundo empresarial, aunque se viene hablando de forma extensa acerca del mismo desde mediados del siglo pasado. Son múltiples las investigaciones que se han llevado a cabo en estos años y abundantes los autores que se han atrevido a dar su propia visión del tema. A pesar de este sinnúmero de referencias, el término líder sigue siendo ambiguo, porque como dice Álvarez de Mon “dice tanto que no dice nada si la uso tanto para referirme a Stalin como a Gandhi". El concepto de líder proviene del término inglés leader, que significa guía. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua el líder es la «persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u orientadora» ; es la persona que a través de su conducta o comportamiento, pretende modificar la conducta de otras personas. A lo largo de la historia se ha visto que las personas que son líderes no tienen por qué serlo en todos los momentos y circunstancias, por lo que se ha pasado de hablar de ser líder, que tiene una connotación permanente y vitalicia, a usar la denominación: ejercer el liderazgo. Una persona puede tener el liderato en una faceta determinada de su vida, por ejemplo en su vida laboral, porque tenga un grupo de seguidores, y no tenerlo en otras facetas, como en su vida familiar. O puede ejercer el liderazgo en un grupo determinado y ser seguidor en otro grupo.

Las organizaciones invierten una parte muy importante de sus presupuestos anuales en la formación de sus directivos con el objetivo de que estos se conviertan en auténticos líderes de sus subordinados.

La persona que tiene el liderato, antes de dirigir a las demás, ejerce el autoliderazgo, es decir, deja surgir su propio yo, se conoce a sí misma, sus capacidades y sus limitaciones. Es una persona coherente y con afán de superación que predica con el ejemplo. No se deja amedrentar por el error. Como dice Drucker de la persona de la que se debe desconfiar es de aquella que nunca se equivoca. El líder establece metas, tanto profesionales como personales, ambiciosas, pero siempre proporcionadas a sus capacidades, lo que le lleva a tener éxito en ellas. Del mismo modo, supera a los demás en aspectos tales como la sociabilidad, la iniciativa, la adaptabilidad y la cooperación.

El liderazgo, por tanto, es una acción que abarca sentimientos, actitudes, intereses y valores. Pero además implica relaciones humanas, porque para que una persona sea líder es necesario que haya un grupo de personas que le sigan, que confíen en él, que se sientan estimulados, apoyados y entendidos por él. El líder por su parte se tiene que sentir como un miembro del grupo que consigue que se produzca un cambio.

Aunque el liderazgo implica poder y autoridad, no significa que los tres sean términos sinónimos. El poder es la capacidad latente para utilizar la base de todas las relaciones en las sociedades. El término poder encierra un concepto mucho más amplio que el término autoridad. Autoridad es poder pero dentro de una organización, es el poder que tiene un puesto y, por ello, la persona que lo ocupa. En este sentido autoridad sería sinónimo de dirección. Por su parte, el liderazgo requiere poder, que cuando es ejercido, se convierte en influencia, en liderato. Aunque todos los líderes requieren poder, no todas las personas que tienen poder ejercen el liderazgo.

Vemos que tanto autoridad como liderazgo se sustentan en el poder, pero mientras que la autoridad basa su poder en el puesto, el liderazgo lo basa en la relación que tiene con las personas que trabajan con él. El liderazgo conlleva establecer una dirección, desarrollando tareas y orientando el trabajo del grupo. Puede ejercerse de forma inconsciente, mientras que el término “dirección” no puede utilizarse en este sentido. La dirección se caracteriza por administrar, buscar el control de la situación, organizar a las personas, centrarse en los objetivos a corto plazo, necesitar que otros obedezcan y evitar los riesgos; sin embargo, el liderato se caracteriza por centrarse en el futuro, en los objetivos a largo plazo, innovar, confiar en las personas, tomar la iniciativa e incitar a los demás a cambiar.

Esta distinción entre los términos dirección y liderazgo implica que no siempre el líder debe ser la personas que ocupa un cargo de dirección, puede ocurrir que el verdadero líder sea uno de los subordinados, es decir, que se produzca un liderazgo informal. A pesar de esto, en toda organización lo que se busca es que sea la persona que ocupa un puesto de dirección quien ejerza el liderazgo, de forma que la estructura formal y la informal de la organización coincidan, lo cual ayuda a que todos los miembros de la organización vayan por un mismo camino y en una misma dirección.

A lo largo de todos estos años se han relevado una multitud de teorías distintas sobre el liderazgo. Todas ellas pueden agruparse en tres enfoques básicos que se relevan a lo largo de la historia:

  • TEORÍAS DE LOS RASGOS: pretenden encontrar las características sociales, físicas, intelectuales o de personalidad que poseen los líderes y que los distingue del resto de la población. Estos rasgos son innatos a la persona. Este tipo de teorías están superadas en nuestros días porque ya no se considera el liderazgo como algo innato sino como un conjunto de características que se pueden aprender.

  • TEORÍAS DE LAS CONDUCTAS: consideran que el liderazgo se debe a una serie de conductas que realiza el líder y no a los rasgos que posee. Lo que conlleva que se puede entrenar a las personas para llegar a ser líderes.

  • TEORÍAS DE CONTINGENCIA: el énfasis se encuentra en los factores situacionales. No es suficiente con que el líder tenga unas características o unas conductas determinadas, sino que entran en juego otros factores como son las características de los seguidores, las circunstancias ambientales, etc.

    En la actualidad, en nuestro país, las teorías que más se utilizan al hablar de liderato son la teoría del liderazgo situacional, la teoría del liderazgo transformacional versus el liderazgo transaccional y la teoría del liderazgo visionario.

    La primera de estas teorías, la teoría del liderazgo situacional defiende que no existe un único tipo de liderazgo que sea eficaz en todas las situaciones sino que cada uno de los cuatro tipos de liderazgo que define el autor (los define en función de que sea alta o baja la importancia que se concede a la tarea y a la relación con los demás) es eficaz en una situación determinada. Cada líder tiene un tipo de liderazgo determinado pero un buen líder debe saber utilizar los distintos tipos de liderazgo, y además debe saber utilizarlos en función del grado de madurez por el que pase el equipo, es decir, cuando el equipo tiene un grado bajo de madurez va a necesitar que el líder le guíe, que sea él quien tome las decisiones que concierne al grupo, etc. Conforme el grupo vaya madurando va a necesitar que el líder ejerza un tipo de liderazgo en el que la guía del líder sea menor ya que el grupo es más autónomo, va a ser el grupo quien tome las decisiones, el líder va a actuar como un miembro más del grupo.

    El liderazgo transaccional centra su atención en los intercambios interpersonales que se producen entre el líder y sus seguidores; se refiere a la suplencia habitual que se produce entre el líder y los colaboradores en situaciones cotidianas y estables del trabajo diario. Los líderes transaccionales reconocen e identifican las exigencias de la tarea que hay que realizar con el fin de que sus subordinados alcancen los resultados deseados. El liderazgo transformacional es el que ejercen aquellas personas que defienden que es necesario realizar una transformación en la empresa en un momento como el actual en el que se está en continuo cambio; no sólo es necesario adaptarse a estos cambios para que la empresa siga siendo competitiva sino que además hay que adelantarse al cambio, hay que provocarlo. Para realizar estas transformaciones es necesario tener en cuanta la visión de la organización, posiblemente habrá que modificarla para que se puedan llevar a cabo las transformaciones deseadas.

    Unido a este tipo de liderazgo encontramos el liderazgo visionario, que siendo una teoría diferente, en ocasiones en la literatura se consideran ambos como uno sólo. El liderazgo visionario se centra en la visión de la organización, considera que ésta debe guiar toda la actuación de la empresa, para hacer esto realidad en la mayoría de los casos es necesario llevar una transformación de la empresa. Se puede entender el por qué la literatura confunde estos dos tipos de liderazgo en muchas ocasiones ya que en ambos forma parte fundamental la visión de la empresa y la transformación de la misma, pero la diferencia es que mientras que el liderazgo transformacional busca la transformación y utiliza la visión como un medio para conseguir la primera; el liderazgo visionario lo que tiene como prioridad es la visión de la empresa y utiliza la transformación de la misma como un medio para conseguir su fin.

    Líder sí, pero con ética

    Este liderazgo visionario, al igual que los otros tipos de liderazgo que se han mencionado hasta el momento, debe tener en cuenta que no puede estar al margen de la ética, se debe ejercer un liderazgo ético. No sólo el líder debe actuar de forma ética, sino que la organización en su conjunto debe tener una actuación ética. La ética se basa en la aplicación de la verdad y está demostrado que para que una empresa tenga una vida larga e incluso permanente debe tener un actuar ético. Si el liderazgo de una empresa es ético hace mejor y más rica a la misma.

    El líder es una persona como las demás, con la única diferencia de que ocupa un lugar especial porque se lo ha ganado día a día con su trabajo. Como dice Moreno, el líder debe distinguirse del resto de los empleados de la organización por su empeño en utilizar, en su trabajo diario, las cualidades inherentes al ser humano: el respeto, la generosidad, la paciencia, la dignidad, la capacidad de escuchar, no de oír, sino de realizar una escucha activa y verdadera; la humildad y la ejemplaridad.

    El liderazgo ético es también liderazgo, es decir, debe incluir visión, coordinación y cambio, pero por el hecho de ser ético, debe fundamentarse en las virtudes morales, especialmente en la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. La prudencia es la virtud empresarial por excelencia. La templanza se relaciona con el ánimo sereno y es necesaria especialmente en momentos difíciles para no perder la calma. La fortaleza es la virtud del ánimo. Pero todas estas virtudes no tienen sentido si el líder no es justo, es decir, si no es una persona íntegra. Aunque el reto ético es un reto personal, el liderazgo ético debe ser un desafío empresarial, ya que influye en los líderes de los distintos niveles dentro de la empresa y con ellos en todos sus seguidores.

    Mujer líder

    En la actualidad vemos que el principio de igualdad de oportunidades no se cumple en la mayoría de las organizaciones, ya que las mujeres tienen verdaderos problemas a la hora del acceso al poder económico, social y político, comparándolo con los hombres. Si bien es cierto que en los últimos años se ha producido uno de los grandes cambios en la condición humana; consistente en que antiguamente los trabajos que realizaban hombres y mujeres eran distintos, y actualmente realizan los mismos; también es cierto que las oportunidades que tiene hombres y mujeres difieren, y mucho. Como recoge Álvarez de Mon, esta diferencia se observa principalmente en puesto de responsabilidad, por ejemplo, se advierte que las mujeres están al frente de sólo el 30 por ciento de las empresas.

    Las estadísticas demuestran que sigue existiendo el denominado techo de cristal que impide que las mujeres accedan a puestos para los que están preparadas. Con el término techo de cristal se hace referencia a una barrera poco visible que dificulta y, en ocasiones, imposibilita la promoción profesional a las mujeres por el hecho de ser mujer.

    Ha habido un aumento en la formación de la mujer, especialmente en los niveles de estudios superiores. Sin embargo, este aumento no se ve posteriormente reflejado en el aumento de representación de la mujer en puestos directivos. Algunos de los principales factores que han impedido que la mujer llegue en mayor número a puestos directivos son: el dominio de los valores masculinos en el mundo laboral y la falta de modelos femeninos de referencia ya que la mujer carece de historia en el mundo de los negocios lo que dificulta su identidad.

    A nivel del liderazgo también se habla de un liderazgo femenino frente a un liderazgo masculino, aunque los autores no se ponen de acuerdo en si es exclusivo del género femenino o depende más de la personalidad propia de cada sujeto.

    Hoy en día, momento en que en las organizaciones se han dado cuenta de la importancia fundamental que tiene el capital humano, el liderazgo femenino puede tener su protagonismo, puesto que si algo caracteriza a las mujeres frente a los hombres es su sensibilidad, intuición y su preocupación por los aspectos humanos de la organización, lo que se concreta en facilitar la comunicación. La mujer suele tender a mirar más a largo plazo y ve el trabajo como un elemento más de su propia identidad. Algunos otros elementos que las mujeres han incorporado a su estilo de liderazgo son: confianza, comprensión capacitación permanente, franqueza, creatividad y sensibilidad.

    Para concluir, hay que decir que existen estudios que demuestran que realmente no existen diferencias significativas en el estilo de liderazgo que hombres y mujeres ejercen. Entonces cabría preguntarse: ¿cuáles son las razones para que exista esta diferencia en el número de hombres y de mujeres que ocupan puestos de responsabilidad?.
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